RESEÑA: METAFÍSICA DE LA DISCORDIA

"Metafísica de la Discordia" de Hipócrito Santacruz W.



Por: Sebastián Sacoto Arias S.

La Metafísica de la Discordia, obra cumbre de Hipócrito Santacruz Wallenberg, se erige como un texto revolucionario en la filosofía ecuatoriana. Bajo la apariencia de un tratado especulativo, despliega una crítica demoledora contra las estructuras éticas, morales y religiosas de su época, desentrañando las contradicciones inherentes a la sociedad ecuatoriana y proponiendo una transformación radical del pensamiento.

Publicada en un contexto de polarización entre las élites conservadoras y las corrientes liberales emergentes, esta obra utiliza un enfoque de liberacionismo radical[1] para cuestionar cualquier forma de opresión o control, ya sea religiosa, ética, social o política. En este sentido, Santacruz no se limita a criticar las jerarquías establecidas, sino que propone una ruptura total con las normas e instituciones que las perpetúan.

Crítica al conservadurismo y al liberalismo

Santacruz rechaza el conservadurismo clerical al considerarlo cómplice de las desigualdades estructurales. Según él, la religión institucionalizada perpetúa la opresión mediante dogmas que glorifican la obediencia y el sufrimiento, anulando la autonomía del individuo, en nombre de una supuesta "orden divina". Un "látigo invisible" que mantiene a las masas en un estado de obediencia paralizante. En un pasaje que se ha convertido en uno de los más citados de su obra, afirma: "El verdadero pecado no es desobedecer, sino aceptar sin cuestionar", resumiendo su postura de que la espiritualidad auténtica debe desligarse de los dogmas que oscurecen más de lo que iluminan.

Al mismo tiempo, se enfrenta al liberalismo clásico, criticando que si bien éste se basa en la libertad individual y la reducción del poder del Estado, lo hace manteniendo su incapacidad para superar un marco normativo basado en principios éticos universales. Para Santacruz, el liberacionismo radical no busca simplemente la reducción del poder del Estado, sino la emancipación total del individuo, cuestionando todas las normas desde una perspectiva existencial y filosófica. Promueve la desobediencia y la ruptura como medios de liberación, convirtiendo el caos y la discordia en herramientas esenciales para construir una ética auténtica y personal.

La ética del odio: un concepto disruptivo

En el núcleo de su pensamiento, Santacruz desarrolla la "ética del odio", uno de los pilares más disruptivos y controvertidos de su propuesta, que redefine las relaciones humanas de manera radical, y que fue abordado por el autor inicialmente en su obra Manual de conducción para carretas de dos ejes.

Para él, el odio no debe entenderse como violencia destructiva, sino como una herramienta para reconocer al otro en su auténtica singularidad. A diferencia del amor, que idealiza y proyecta ilusiones, el odio permite una confrontación honesta y sin adornos con la realidad del otro. Según él, el amor, en su forma convencional, no es más que un mecanismo de autoengaño que busca preservar la comodidad emocional y la estabilidad social, proyectando sobre el objeto amado una serie de cualidades que no le pertenecen. Esta crítica al amor no pretende eliminarlo como experiencia humana, sino despojarlo de su carácter trascendental y absoluto, para abrir paso a relaciones más auténticas y basadas en el reconocimiento de las diferencias. De ahí que Santacruz sostenga que: "El odio debe ser absoluto pero íntimo, solo así respetaremos su naturaleza y lo conduciremos hacia su finalidad: su perfecta ejecución".

Esta afirmación, propone que el odio (entendido como odio reflexivo) puede ser un acto de respeto hacia el otro, liberándolo de las proyecciones que distorsionan su esencia. Santacruz define el odio como una emoción que debe ser controlada y dirigida de manera reflexiva, no como un impulso desbordado. Este enfoque subvierte las nociones tradicionales de moralidad, ofreciendo una forma de vivir basada en la autenticidad y la confrontación, en lugar de la complacencia y la ilusión.

Así, desde la perspectiva santacruciana el odio tiene un potencial emancipador. En una sociedad donde las instituciones religiosas, éticas y políticas imponen normas que homogeneizan y oprimen, el odio se convierte en un acto de resistencia. Es un rechazo consciente y reflexivo a los valores impuestos, un acto que permite al individuo recuperar su autonomía frente a las estructuras que buscan controlarlo.

La ética del odio no es, por tanto, una invitación al caos ni a la violencia indiscriminada, sino un método para desentrañar las dinámicas de poder que subyacen en las relaciones humanas. Al despojar al otro de las proyecciones amorosas que lo idealizan, se establece una relación basada en la autenticidad y el respeto mutuo.

La discordia como fuerza motriz

En la Metafísica de la Discordia, Santacruz presenta su idea central: la "discordia esencial". Para él, la discordia no es un defecto a corregir, sino la chispa que enciende el cambio. Mientras las estructuras sociales buscan estabilidad y conformidad, Santacruz celebra el conflicto como el único medio auténtico de transformación. Desde la excepción y lo irreductible, elige explorar lo particular, lo absurdo y lo incomprensible como bases para la reflexión filosófica. En un mundo dominado por el orden aparente, la discordia es la verdadera fuerza que permite escapar de la inercia social. La discordia, en su visión, no destruye; es la chispa que ilumina las zonas más oscuras de la existencia humana

Esta idea encuentra su expresión más célebre en la frase: "La incomprensión habrá de dejarnos siempre un sabor un tanto dulce en la boca, pues no hace más que repetirnos una y otra vez que somos únicos". Para Santacruz, la incomprensión no es un problema, sino un recordatorio de la singularidad irreductible de cada individuo. Es decir, es necesario desafiar la búsqueda humana por el entendimiento mutuo. Sobre todo en una sociedad ecuatoriana marcada por la imposición de valores coloniales y religiosos, esta postura subvertía la idea de que la unidad debía lograrse a través de la conformidad.

Un manifiesto de resistencia

La obra concluye con un llamado a abrazar la discordia como un acto de liberación. Propone abandonar las certezas, tanto religiosas como éticas, y sumergirse en el caos como el único camino hacia una existencia libre. La ética y la moral, tan exaltadas en el discurso público de la época, no son más que construcciones sociales que benefician a las élites en detrimento de los más vulnerables. Para Santacruz, estas estructuras son el equivalente de las ruedas desgastadas que había analizado previamente en su obra Manual de conducción para carretas de dos ejes, aquellas que parecen sostener el progreso, pero que en realidad desvían constantemente a la sociedad de su verdadero potencial.

En sus palabras finales, Santacruz declara: "Sólo en la discordia hallaremos la paz que no se nos ha prometido", dejando al lector con una provocación que trasciende el tiempo.

En su conclusión, Santacruz invita al lector a abrazar la discordia como un acto de liberación. Propone abandonar las certezas, tanto religiosas como éticas, y adentrarse en el caos como el único camino hacia una existencia verdaderamente libre.

Estilo y relevancia

La Metafísica de la Discordia no solo desafía las estructuras opresivas de su época, sino también las convenciones literarias y filosóficas. Su estructura caótica obliga al lector a participar activamente, enfrentándose a sus propios prejuicios y descifrando significados ocultos. Este enfoque resuena con la intención de Santacruz de romper la relación pasiva entre autor y lector, característica de las tradiciones filosóficas anteriores.

Finalmente, esta obra no es solo un tratado filosófico, sino un manifiesto de resistencia y transformación. Su relevancia trasciende su época, recordándonos que, frente a las estructuras opresivas, la discordia puede ser un arma poderosa para reclamar nuestra autenticidad y libertad. Hipócrito Santacruz W., exiliado en sus últimos años en la Finca La Candelaria, quizás no llegó a presenciar el impacto total de su pensamiento, pero su legado sigue siendo un faro para quienes buscan respuestas radicales en un mundo que parece aferrarse a la conformidad.


[1] El liberacionismo radical es una corriente filosófica que se desarrolló como una respuesta disruptiva a las limitaciones éticas, sociales y religiosas de su fines del siglo XIX. Aboga por una emancipación total frente a cualquier estructura de poder o norma que constriña la autonomía del individuo. Desde su perspectiva, Santacruz definió el liberacionismo radical como una filosofía de la acción y la ruptura, en la que el cuestionamiento constante de las tradiciones y dogmas se convierte en el principal motor del cambio. Influido por su contacto con las desigualdades sociales en América Latina y su exposición a las corrientes vanguardistas europeas, Santacruz adaptó estas ideas a la realidad ecuatoriana, atacando tanto al conservadurismo religioso como a las formas de resistencia que perpetuaban el victimismo y la dependencia, como el pachamamismo. En su obra, el liberacionismo radical se manifiesta como un llamado a despojarse de toda ilusión, abrazar la discordia y construir una ética auténtica basada en la libertad individual y la confrontación activa de las estructuras opresivas. Con ello, Santacruz no solo definió un marco de pensamiento único, sino que también consolidó su lugar como un pionero en el cuestionamiento radical de las normas establecidas.

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