RESEÑA: MANUAL DE CONDUCCIÓN PARA CARRETAS DE DOS EJES
"Manual de Conducción para Carretas de Dos Ejes" de Hipócrito Santacruz W.
En el célebre y controvertido Manual de conducción para carretas de dos ejes, Hipócrito Santacruz Wallenberg, filósofo nacido en Ambato y figura emblemática de la filosofía ecuatoriana no convencional, explora mucho más que las técnicas para manejar un vehículo rural. Bajo la apariencia de un texto técnico, Santacruz despliega una feroz crítica a la sociedad ecuatoriana de su época, marcada por la hipocresía ética, el dogmatismo religioso y las estructuras morales rígidas que, según él, impedían el libre pensamiento.
El simbolismo de la carreta
En el prólogo de la obra, Santacruz plantea que la carreta de dos ejes es una metáfora de la sociedad de su tiempo. Cada eje representa una dimensión de control: la ética convencional, que limita al individuo a través de reglas rígidas, y la religión institucionalizada, que subyuga el pensamiento crítico con dogmas incuestionables. La carreta, en este sentido, es tanto un medio de transporte como una prisión móvil, un vehículo que aparenta progreso mientras perpetúa la inercia social.
La imaginación aplicada: las soluciones imaginarias
Desde la perspectiva del pensamiento santacruciano, lo mundano se convierte en extraordinario. Cada capítulo del manual está dedicado a aspectos aparentemente técnicos, como "El equilibrio de las ruedas en terrenos accidentados" o "El manejo del peso en pendientes pronunciadas", pero en realidad, estas instrucciones están cargadas de un subtexto crítico. Por ejemplo:
- El equilibrio de las ruedas: Una alegoría sobre la necesidad de balancear las contradicciones internas entre la moral impuesta y el deseo de emancipación individual.
- Las pendientes pronunciadas: Una reflexión sobre las crisis existenciales y cómo los dogmas religiosos solo ofrecen un freno, mientras que el pensamiento crítico permite tomar impulso para ascender.
En este marco, el manual se convierte en una obra de "soluciones reveladoras sobre las leyes que rigen las excepciones", un compendio de soluciones imaginarias para las tensiones sociales de la época (y para todas las épocas).
La ética del odio como motor
Siguiendo su conocida "ética del odio", que será parte de su reflexión posterior, Santacruz desafía a sus lectores a dejar de amar las instituciones que los oprimen. En el capítulo "El látigo del conductor", analiza cómo los códigos morales funcionan como un látigo invisible que obliga al individuo a avanzar por caminos predefinidos. Propone, en cambio, que el conductor abandone el látigo y permita que la carreta se detenga para reflexionar. Este acto simbólico de detenerse es, para Santacruz, una forma de resistencia activa contra la inercia cultural.
La "ética del odio" propuesta por Santacruz, que será parte de su reflexión posterior, constituye un desafío radical a los fundamentos de la moral tradicional, subvirtiendo los pilares sobre los que se edifican las relaciones humanas y las instituciones que perpetúan su dominación. En su capítulo "El látigo del conductor", Santacruz expone cómo los códigos morales operan como un látigo invisible que empuja a los individuos por senderos predefinidos e impuestos, anulando cualquier posibilidad de reflexión o autonomía. Frente a esta inercia cultural, su propuesta es audaz: detener la carreta, abandonar el látigo y, en ese instante de pausa, abrazar una resistencia activa que se articule desde el odio. Este odio, que Santacruz define como "instinto puro" y "afirmación de la vida", no es un impulso destructivo, sino una fuerza interior que permite reconocer al otro en su otredad irreductible, libre de las cadenas proyectadas por un amor idealizado y esclavizante.
Este acto simbólico de detenerse es, para Santacruz, una forma de resistencia activa contra la inercia cultural. "Odien sin razón", exhorta Santacruz, "pues el amor envilece al imponer la voluntad sobre el otro, mientras que el odio lo libera, afirmando la soberanía de la humanidad". Para él, esta "hospitalidad del odio" no es una invitación al caos, sino al reconocimiento más puro del ser humano, despojado de ilusiones y capaz, finalmente, de ejercer una libertad imposible bajo las estructuras que el amor convencional refuerza.
Crítica a la religión
Uno de los capítulos más polémicos es "La rueda derecha: La Iglesia como soporte defectuoso". Aquí, Santacruz afirma que la religión institucionalizada es como una rueda desgastada que obliga al conductor a corregir constantemente el rumbo, desviándolo de su camino natural. Critica cómo la Iglesia católica en Ecuador, en su afán de control, ha perpetuado una visión del mundo en la que el sufrimiento se glorifica y la obediencia ciega es recompensada.
Liberacionismo radical
En la conclusión del manual, titulada "Deja la carreta y camina", Santacruz adopta un tono liberacionista radical[1], el cual implica una postura filosófica y política que busca la emancipación total del individuo y la sociedad frente a cualquier forma de opresión o control, ya sea religiosa, ética, social o político. Su radicalidad justamente se expone en el hecho de que busca ir más allá de las soluciones moderadas o reformistas, proponiendo un cuestionamiento profundo de las estructuras y normas que rigen la convivencia humana, invitando a los lectores a abandonar por completo las estructuras que los condicionan. Este llamado es tanto literal como metafórico: dejar la carreta representa abandonar las normas impuestas y caminar significa asumir la responsabilidad de construir una ética personal basada en la libertad y la autenticidad.
Impacto y legado
Manual de conducción para carretas de dos ejes fue recibido con hostilidad por los sectores conservadores de la sociedad ecuatoriana de finales del siglo XIX. Se le acusó de blasfemo, subversivo y anti-patriota. Sin embargo, para un pequeño círculo de intelectuales progresistas, la obra se convirtió en un manifiesto de resistencia frente a las estructuras éticas y religiosas opresivas.
Hoy, el manual es visto como una pieza maestra del liberacionismo radical, una obra que, bajo la apariencia de simplicidad, escondía una compleja crítica a la hipocresía social y un llamado al pensamiento emancipador. La figura de Hipócrito Santacruz Wallenberg sigue siendo una incógnita fascinante, pero su legado como inventor de soluciones imaginarias sigue resonando en quienes buscan caminos alternativos hacia la libertad intelectual.
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